lunes, 12 de marzo de 2018

El amigo del fuego


Raíces a ras de suelo se aferran con fuerza a la vida; quiebran la roca, hieren con garra la tierra.

Crece el tallo desdeñando las sombras. Siempre hacia el sol, bifurca la madera gris y genera en sus puntas agujas carnosas de verde respiro.

Al llegar a su techo, se asienta junto a sus congéneres. Ensancha el tronco, extiende las ramas en cama de verde faquir, donde reposa la cálida luz que lo alimenta.

El tiempo endurece la corteza y vuelve oscuro el verde de la copa. El intenso aroma perlado comienza a desaparecer, la madera se seca y pequeñas criaturas buscan abrigo en sus oquedades, haciendo hogares en sus entrañas.

Entonces se mantiene firme y ahueca la costra; ha llegado el momento de buscar la destrucción. Mas no la del canalla que empuña fuego y cemento, sino la que la naturaleza otorga; la del aire seco y caliente, del trueno y el rayo que invoca la chispa que le hará arder.

Llega la llama que convierte la madera en ceniza y, en un crepitar de piñas, salen despedidas las semillas que le harán renacer, no en el uno que fue, sino en diez.