lunes, 18 de julio de 2016

Fisuras

Ilustración de Cortés-Benlloch

El brillo anaranjado del sol reflejaba, cobrizo, en la esfera de bordes dorados del reloj. El señor Cook presionó la tapa con el pulgar hasta escuchar el limpio «clac» y alzó la vista hacia el joven que permanecía expectante frente a él.

—No puede ser... ¿Jack Crow?, ¿estás seguro de haber oído bien, chico?

—Le aseguro que sí, Sr. Cook, el señor Abe lo dijo claramente. Fue él quién mató a Tom y
Owen; quería hacerse con el hotel.

El señor Cook respiró hondo y soltó aire negando calmadamente con la cabeza, mientras
observaba, ensimismado, su reloj.

—No, Bill. Jack era un fanfarrón, un tipo de genio corto y mano larga, pero leal, o simple...
como quieras verlo. Un revólver no puede disparar a la mano que lo maneja. Si buscas un
traidor deberías mirar entre las faldas del hotel... esa zorra de Maggy, ella sí que carga las
balas. Ella es quien tiene engañado al pobre Thorn; desde lo de Bowler, ya no es lo que era.

—¿Maggy?, pero ella es ahora la mano derecha del Sr. Thorn. ¿Para qué iba a intentar
hacerse con el hotel?

—Eso es lo que quiere que creamos. Y parece que Abe ha entrado en el juego. Siempre he
sabido que cojeaba hacia ese lado, pero nunca hubiera imaginado que tomaría partido de
forma activa. Él estuvo con nosotros desde el principio, poniendo los primeros tablones de
este sitio... conocemos mejor que nadie cómo funciona este lugar; como te pasará a ti dentro
de muchos años.

—Sr. Cook, no me pareció que el Sr. Abe supiera algo.

—¿Y qué vas a saber tú? No son temas que un chico pueda comprender... Solo te diré que
algo va a pasar y vendrá de esa mujer. Habrá que tener los ojos bien abiertos, vigilarla y
recoger toda la información que sea necesaria, porque Thorn no nos escuchará si no hay
pruebas que corroboren la información. Este pueblo ha vivido varias tragedias en poco
tiempo, eso mina la confianza y tambalea los cimientos de cualquier la estructura.

—Puede que tenga razón, es una lástima.

—¿Una lastima? No, es el momento perfecto para quien sepa aprovecharlo. Es ahora cuando
debemos de actuar.

—Pero, todos los problemas, las pérdidas de este pueblo, ¿y todos los que han muerto?

—¿Esos?, ya no están con nosotros. Solo son muertos.

El viejo Cook, soltó la esfera y dejó que la cadena se deslizara entre sus dedos hasta que el
reloj entró en el bolsillo de su chaleco.

lunes, 4 de julio de 2016

Interpretaciones

El sol quedaba anclado en lo alto, calentando el pueblo de un modo que el invierno había hecho olvidar. Los postes del porche trasero del saloon crujían ante el calor y extendían su sombra hacia la calle, donde un joven Bill esperaba, pacientemente, sobre su carro para realizar la entrega.

La puerta se abrió y el rostro embigotado de Abe asomó tras ella.

—Hola Bill, perdona que te haya hecho esperar, pero tengo una buena liada dentro.

—Hola señor Abe, ¿mucho trabajo?


—No exactamente... 

Abe bajó del porche dispuesto a ayudar al joven Bill a desatar las cuerdas.

—Verás, desde que Tom y Owen nos dejaron, las cosas han andado un poco revueltas; pero ahora, con lo de Jack, la gente que viene al saloon acude con una sombra en el rostro. Las desgracias son malas compañeras para el negocio, tuercen las risas en charlas tristes y elucubraciones, alargan los tiempos entre tragos y ahuyentan al resto de clientela. A poco que te fijes, verás que son menos los que acuden al hotel.

Bill dejó una de las cajas en el porche y el tintineo evidenció la carga.

—Pero, ¿qué es lo que ha pasado con Jack?


Un quiebro repentino, respondió en la cara de Abe.

—¿No te has enterado? Él fue quién acabó con Owen y el herrero; ese maldito bravucón y sus sanguijuelas. En estos temas no hay nada completamente claro, pero se cuenta que Thorn no tuvo más remedio que acabar con él. Al parecer intentaba algo; no sé decirte bien el qué, pero todo apunta a que pretendía hacerse con el hotel. Se rumorea que la desaparición de Bowler tiene que ver con todo esto.

Bill se quedó quieto, recordando la figura y los gestos del grandullón de Jack, e imaginó aquel rostro iracundo despachando a sangre fría al conductor de la diligencia y al herrero. Pensó en el momento de apretar el gatillo, justo antes de que el plomo rompiera huesos y desgarrara carne, anulando la existencia de alguien a quien conocía de tanto tiempo, y un frío primigenio le hizo estremecerse.

—¿Estás bien, chico?

Bill se repuso, pestañeó, tragó saliva un par de veces y se dirigió hacia el carro para continuar con su trabajo.

—Sí, es solo este maldito calor. Hace nada que dejó de nevar y ya siento como si me hirviera la sangre.